jueves, 22 de agosto de 2013

Viaje de Ida

Leonel tenía las manos congeladas. El frío viento invernal le pegaba de frente y no tenía forma de protegerse de él.
La parada de colectivo en la que esperaba estaba a la intemperie, sin árboles ni paredes cerca en la cual guarecerse. 
Movía sus pies sin cesar para poder calentar su cuerpo. Cada minuto que pasaba se arrepentía de haberse levantado tan temprano. No era un buen día para salir a robar. Todavía faltaban varias horas para que salga el sol y la ropa que llevaba era insuficiente para contrarrestar el frío. Cuando estuvo a punto de volverse a su casa el colectivo asomó a lo lejos. Esperaba con ansias estar dentro del vehículo, con mucha gente a su alrededor apretujándolo. Hoy iba a servirle no sólo para revisar carteras y bolsillos sino también para evitar el frío. 
Cuando el ómnibus se acercó lo suficiente pudo ver a través del vidrio delantero que estaba vacío. Iba a tener que esperar a llegar al centro de la ciudad para empezar a "trabajar". Pero viajar sentado no le molestaba y hasta quizás podría dormir unos minutos. 
Le hace una seña con la mano para que se detenga y cuando el chofer le abre la puerta ve extrañado que efectivamente no había ningún pasajero. Todos los asientos estaban vacíos. <Qué raro>, pensó.
-¡Buen día! ¿Qué frío, no?-, le dijo el conductor con una gran sonrisa.
Lo tomó de sorpresa. Nunca hablaban ni saludaban los conductores de ómnibus. Menos a esas horas de la madrugada.
-Hola...si, hace mucho frío-, le contestó solo por cortesía. No tenía ganas de hablar.
-No va a ser por mucho tiempo, así dicen las noticias-, le replica mirándolo por el espejo retrovisor sin dejar de sonreír
Leonel le hizo una mueca de sonrisa forzada. Sacó su boleto y se sentó en el fondo, bien lejos para evitar que continúe la charla. Apoyó su cabeza en el asiento y aunque todavía lo intrigaba viajar tan solo la comodidad y la calefacción lo indujeron lentamente al sueño, no sin antes volver a mirar hacia adelante y percatarse que el chofer seguía con la misma expresión estúpida que tenía cuando subió. Ni bien retomaron la ruta principal se durmió profundamente.
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El solitario viajero se despertó sobresaltado y con un calor sofocante. Tenía el torso húmedo y sobre su frente las gotas de sudor caían como catarata. Se secó la transpiración de la cara con las manos y se quitó la bufanda y la campera. Aún seguía en el vehículo, aunque este estaba estacionado y el conductor había desaparecido. Afuera la oscuridad era absoluta, no podía ver nada, apenas una luz en el fondo como si de la salida de una cueva se tratara.
Se bajó y comenzó a mirar a su alrededor. La temperatura era agobiante al punto de que le dificultaba casi respirar.
Sus ojos lentamente comenzaron a acostumbrarse a las penumbras.
De pronto escuchó grotescas risas que se acercaban. Comenzó a sentir miedo. Su transpiración empapaba ya todo su cuerpo.
-Creo que no aún no lo sabe-, dijo una de las voces riendo malévolamente.
Las siluetas comenzaban a tener formas cada vez más definidas. En una de ellas pudo reconocer al conductor y a pesar de que era la primera vez que veía a su acompañante comprendió lo que estaba pasando. Para su desgracia aquello no era una cueva.
Leonel se arrodilló y comenzó a sollozar
-Hola,hijo mío-, le dijo una voz cavernosa.

Un segundo después sintió las pesadas manos de Satanás posándose en sus hombros.
                                                                                                           
                                                                                                                             FIN

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