viernes, 10 de febrero de 2017

Optatio inaudito o inaudito optatio

Por Pablo Osorio
La casa, o la vivienda, a lado de mi casa del complejo de viviendas Las Brújulas en Ezpeleta, está desordenada o revuelta por dentro, la miro o la veo al llegar del trabajo o de la guardia. Veo algunos conocidos o colegas o vecinos que me ven venir o llegar y me saludan levantando la mano o pronunciando mi nombre como apelación. Hago una seña o digo que voy a bañarme y que luego voy a volver y eso hago o lo hago después de comerme un sándwich y veo a Corina, mi vecina o la mujer con la que me acuesto desde hace algunos años, o desde antes que se casara o aun después de que se divorciara. Voy a hablar con ella o a escuchar junto a ella a los policías que dan razones o se quejan o no se explican por qué no se han llevado nada o algo.
   Porque trabajo en la morgue del Hospital de Quilmes conozco a policías y a peritos de la policía o, mejor dicho, por trabajar en la morgue del hospital me he relacionado con peritos de la policía (especialmente durante la búsqueda de un asesino serial), y estos me han presentado oficiales de todos los rangos, hasta al mismísimo comisario. Apenas si cambio unas palabras con un inspector o en realidad debo decir que me puse a hablar con el inspector para establecer ciertas apariencias con Corina. Todos se van o nos dejan solos, mientras esperamos al cerrajero que cambiará la cerradura o reemplazará lo prescindible en pos de cobrar menos, aunque no creo que eso suceda. De todos modos, invité o le dije a Corina que si se quería quedar a dormir en mi casa o en mi cama como para sentirse más segura, y sin ningún tipo de ánimo carnal, desde ya estaba invitada. No aceptó o le pareció mejor terminar de ordenar lo que habíamos empezado antes de la llegada del cerrajero. Al despedirnos le sugiero o le pregunto que, tal vez, pueda ser su ex esposo el responsable de todo lo sucedido. Ella me lo niega o no me responde.
   Unos días después del incidente del departamento de Corina, ayer o anteayer, sábado a la tarde o domingo al mediodía, pasó algo curioso o pintoresco, iba o volvía de comprar una botella de vino, y, o algo para comer o, para ser más especifico, algo para invitar a cenar a Corina o ya la había invitado, cuando al cruzar la calle o terminando de cruzar, un Renault 12 o un Ford Mondeo chocó o embistió a un Fiat Uno o a un Volkswagen Gol. Lo arrastró unos metros o algunos decímetros en la calle o en el concreto hasta el fin de la cuadra o hasta tomar la esquina, para luego girar en la cortada y desaparecer. Lo curioso o lo pintoresco: el auto chocado o, específicamente, el Fiat Uno o el Volkswagen Gol, estaba vacío o no había nadie como en un truco de magia, como eso o como otra cosa parecida.
   Cociné carne o pollo, al horno o a la olla y creo que Corina no tenía hambre o ya había comido porque apenas si terminó su plato o lo dejó sin terminar. Y luego de unos tragos de vino y de unos cigarrillos o de unos cigarrillos y unos tragos de vino, nos besamos o ella me besó a mí y yo, ahí nomás, empecé a besar su cuello y a sacarle la blusa, o le acariciaba los pechos sin dejar de besarla o sin dejar de besarla me empecé a sacar la camisa, aunque no lo hicimos en la mesa o sobre la alfombra. Corina me dijo acá no o vamos a la habitación o en la cama.
   Luego fue temprano o al otro día. Llovía o caía garúa, precipitación del clima típico de noviembre u octubre, después de varios días de largo calor o inmenso sol que preludiaron una extraña epidemia sólo perceptible para mí o, también, para mi asistente. No exagero o quiero exagerar, todos los cadáveres de mi morgue tenían o dictaminaban sus finales con la misma sentencia o razón: traumatismo de cráneo. Algo esperable en accidentes automovilísticos o en riñas callejeras o en suicidios en los cuales el suicida se arroja de un edificio; pero que un montón de enfermos terminales, de cáncer o cirrosis se resbalen o se les caigan a los médicos o enfermeras en los procedimientos clínicos, raya lo impensable o lo era. La realidad o la fantasía de la realidad o la realidad de la fantasía son lo mismo o la misma cosa.
   Diciembre: cerca de navidad o de fin de año o de año nuevo, la epidemia termina. Las personas dejan de morirse de lo mismo; o la muerte abandona lo monotemático o sigue su honestidad habitual, o en todas sus formas posibles. Fue una sorpresa o una inquietud cuando a la morgue llegó un quemado o un ahogado; o la gran sorpresa de las fiestas fue al llegar del hospital una tarde o una noche y encontrar mi casa desvalijada o me robaron hasta los pocillos de café. Obligatoriamente quedé a disposición, al menos por unos días, o hasta cobrar el aguinaldo, de la amabilidad de Corina o yo le pedí si podía darme refugio durante unos días, no muchos o muy pocos.
   Ya enero o el 2004. En algún momento pensamos o comentamos la posibilidad de, en definitiva, establecer nuestra relación o ya formalizarla: ponerle nombre y apellido o aspirar a un sacramento religioso o simplemente a un concubinato. También hablamos de hijos o de vacaciones en Córdoba. Nos decidimos por lo último o yo lo sugerí y ella sin pensarlo aceptó o yo seguí insistiendo de modo incansable hasta que le gané por fatiga. Le pediría algo de plata a mi hermano o a mi hermana y a eso le sumariamos algo ahorrado por Corina en el último año o en los dos últimos años, no sé, no entendí cuando me lo dijo o no quise entender.
   Mi hermano o hermana accedió de buena o mala gana a prestarme la plata, sólo la tenía que pasar a buscarla; y ni bien llegara de la casa u oficina de él o de ella, Corina y yo saldríamos a la ruta o a la autopista.
   La casa de mi hermano está repleta de animales pasados por el proceso de taxidermia, o embalsamados; su mujer parece no darle importancia, o simplemente se toma la estricta molestia de ignorar a tantos cadáveres rellenos de aserrín. A mí me asusta o me pone nervioso; hablo de la idea de algo que en circunstancias normales se descompondría y que por “x” razón pasa a ser duradero o inmutable, o me refiero a los animales. Cuando me dio el sobre color madera o amarillo con el dinero, los ojos o las bolas plásticas que simulan ser globos oculares se fijaron en nosotros o en mí.
  Al llegar a Las Brújulas bajé del auto y saludé al vigilante o a un vecino, nada le comenté sobre mi futuro o sobre mis futuros planes o si le comenté y de paso le pedí que de vez en cuando ponga atención a la casa de Corina por todo lo que venía pasando o pasó. Al llegar a la casa de Corina encontré la puerta abierta de par en par o apenas arrimada. Entré llamándola y, o…
   Esto es un balazo en el estomago o un golpe en la cabeza. ¿Quién o quienes fueron? ¿El ex marido de Corina o Corina? ¿Por la plata del sobre color madera o amarillo o por el largo pasillo de espera en el que dejé cautivo el querer de Corina? Balazo o golpe en la cabeza. Si fue un balazo en el hígado o en el estomago, luego de intentar contener la sangre, de modo reflejo o reflejamente, por instinto o instintivamente, me he tocado la cabeza. O si fue un golpe en la cabeza con un objeto contundente, la sangre proviene de ahí o de una herida ubicada ahí, quiero decir. O si el balazo me lo dio el ex de Corina, antes le dio un balazo a ella o la ahorcó, y ahora me voy a morir o antes de morir lo voy a ver o a ver y a escuchar o a sentir una nueva descarga luego de verlo y escucharlo. O si, tal vez, todo fuera una confusión y nadie entró a asesinarnos y sólo fue Corina que se olvidó de cerrar, o cerró en falso, la puerta y al no reconocer mi voz esperó que entrara y me rompió un jarrón en la cabeza. O, tal vez, yo no soporté la idea de que ella se fuera arreglar con el marido o con el ex marido y le pedí a unos policías que me debían unos favores que irrumpieran en su casa y que tiempo después desvalijaran la mía, así cuando ella bajara la guardia, yo la haría entrar en razón… pero algo salió mal. O me está pidiendo disculpas y casi se ríe apenada porque yo puteo al aire o me sugiere que vayamos al hospital. Acepto o no. O no acepto y ella me vuelve a pedir disculpas o me dice que me quiere mucho o me lo pregunta. O dice que me va a cuidar porque me quiere mucho. Yo la miro conteniendo la sangre del estomago o de la cabeza con la mano, y no sé por qué, le digo o le pregunto: “Mucho, poquito o nada”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario