jueves, 23 de enero de 2014

El Debut

-"¡Mirá Gustavo!,¿te acordás?"
Enrique me señaló el frente de la vieja casa. Íbamos a buscar unos repuestos para mi auto cuando frenó  allí abruptamente,ubicándose justo frente a la puerta.
Lancé una carcajada
-"¡Uff,como si fuera hoy!"
...........................................
Corría el mes de marzo de 1991.
La clase de Historia transcurría lenta y aburrida. La profesora Franchescini o como quiera que se llame, la hacía aún más densa con su voz chillona,como de cacatúa en celo. Me daba dolor de cabeza. 
Jorge,mi compañero de banco, me mira y me pasa sigilosamente un papel doblado por debajo de la mesa. Lo abro y veo un grotesco dibujo de la profesora con forma de pájaro con arrugados  pechos caídos. Un dibujo horrible,pero gracioso. Me río tapándome la boca con la mano derecha.
-"¿Me pueden decir de que se ríen,señores?". 
-"Perdone profesora",respondí tratando de hacerlo con seriedad aunque tenía todavía una mueca divertida en la boca.
Nos miró de mala manera y siguió con la perorata de no sé que batalla en la época del Virreinato.
Adelante estaban sentados Marcelo y Oscar. Aunque este año era el primero que compartíamos juntos,nos conocíamos desde que empezamos el secundario.Y a nuestro alrededor, un mar de mujeres. Sí,sólo éramos cuatro varones en un curso de cuarenta alumnos. Mujeres por doquier. Donde uno posara los ojos, había mujeres. Con lo negativo y positivo que eso tiene.
Cuando la hora terminaba y contábamos cada minuto para que suene el timbre del recreo,Jorge me pregunta:
-"¿Y,vamos a ir hoy o no?
-"Supongo que si. En el recreo hablamos con los del otro curso a ver que dicen ellos. ¿Trajiste plata,no?"
Metió sus manos en el bolsillo del guardapolvo y me mostró diez pesos arrugados.
Sonó el timbre y como resortes se levantaron todos al mismo tiempo,vociferando y arrastrando las sillas estruendosamente. La profesora levantaba su voz chillona diciéndonos algo que a casi nadie le interesó. Salimos al pasillo mientras los de 5°4° salían en malón de su aula. Los cuatro nos quedamos agazapados en la puerta. Saludamos a algunas de las chicas esperando a que aparezcan Enrique y Aldo. Ellos también estaban en un curso numeroso,aunque estaban mejor distribuidos, habiendo casi tantos varones como mujeres. Cuando ya quedaban pocos en la hilera de alumnos que salían,aparecieron.
Enrique,con sus rubios rulos altos al estilo Soda Stereo,tenía una llamativa campera desflecada celeste de jean y unos pantalones chupines con agujeros en las rodillas, acompañado de unos borceguíes por arriba de los tobillos. Aldo era más formal. Llevaba un jean negro y una campera de gimnasia azul,con su característico pelo largo ensortijado y calzaba unas zapatillas Topper de lona.
Cruzamos saludos y sin esperar pregunté
-"Che,¿vamos hoy,no?"
-"Si,ya hablé con la dueña del lugar y me dijo que vayamos a las 6",contestó Enrique mientras jugueteaba con uno de sus aros. Nuestros ojos brillaron con picardía.  Sabíamos que hoy iba a ser un día especial.
Salimos al patio para charlar y organizarnos bien. Nos quedaban tres horas más y luego saldríamos del colegio a enfrentar nuestro gran reto.
Sonó el timbre y luego del tercer aviso de la preceptora entramos al aula.
Promediaba la última hora y comenzamos mirarnos con complicidad. Los nervios eran cada vez más grandes. En un momento llegué a pensar en abortar la misión,pero si lo hacía me iban a cargar por el resto de mi vida.
En el frente,la profesora de Contabilidad escribía y escribía sobre el pizarrón pero ni yo ni Jorge copiábamos nada. Y por lo que veía tampoco lo hacían Marcelo y Oscar, que jugaban de manos y reían como dos nenes. 
Cuando ya casi era la hora de salida,Marcelo se dio vuelta aprovechando que la profe no lo veía y con expresión lujuriosa saco la lengua mientras unía el indice y el pulgar de su mano derecha en círculo  e introducía en él el indice de la mano izquierda. Me hizo reír su cara de degenerado.
Cuando escuchamos el timbre de salida guardamos todo rápidamente y volvimos a juntarnos en la puerta del salón. Era la hora señalada. Estábamos ansiosos y algo temerosos.
En el SUM un embudo humano se apretujaba hacia la angosta puerta que daba a la 844. Yo iba con Jorge,Oscar y Marcelo y más atrás venían Aldo y Enrique. 
Ya en la vereda, aguardamos a un costado y los esperamos en el kiosco que estaba antes de llegar a la esquina de la 894. Corroboré que tuviera la plata en el bolsillo. Efectivamente ahí estaban los 10 pesos que me pronto me convertirían en un verdadero hombre. 
Cuando por fin estuvimos todos comenzamos la marcha triunfal. Íbamos a conocer"la cara de Dios",como solían decir,aunque nunca entendí el significado de aquella frase. 
Enrique parecía el más confiado. A él le habíamos encomendado la compra de los profilácticos y también fue el encargado de buscar el lugar.
En el camino todo fueron risas y nervios guardados. Hicimos las cuatro cuadras hasta la estación y encaramos para el lado de Reflex, el boliche top de la zona. De ahí,nos dijo, eran cinco cuadras más para el lado de Claypole.
Entre el sol y la adrenalina estábamos transpirando como condenados. 
-"De aquella esquina,media cuadra más",acotó Enrique con seguridad.
La calle asfaltada del tranquilo barrio estaba infestada de chicos andando en bicicleta y jugando a la pelota mientras algunos personas mayores hablaban sentados en las veredas.
No éramos del barrio y ellos lo sabían. Supuse que también se imaginaban a donde y a lo que íbamos, lo que me dio mucha vergüenza. Traté de esconderme poniéndome en medio de mis compañeros pero aquello fue estéril.
"La cara de Dios",pensé mientras mis amigos fantaseaban con las posiciones que iban a hacer. 
-"Es acá"
La puerta estaba pegada a una cortina de metal escrita con aerosol. Me causó gracia ver escrito en rojo"cogincho",entre algunos nombres de chicos y de grupos de rock.
Los seis estábamos pegados uno al otro en la puerta,tratando de pasar inadvertidos, aunque sentíamos las miradas de todo el barrio en nuestras espaldas.
Al fin,se abrió la puerta. Una mujer de unos sesenta años nos recibió con cara de desconfianza.
-"Pasen",nos dijo mientras nos escudriñaba uno por uno.
Entramoss y caminamos por un largo pasillo donde había otra puerta con una pequeña mesa a un costado. La mujer se sentó,sacó un cuaderno y anotó algo. Volvió a mirarnos y con el dedo nos empezó a contar.
-"Son seis,pero solo hay cinco chicas. Pasa que tan temprano no suelen venir los clientes. Uno va a tener que esperar",dijo mirando a Enrique,que era la cabeza del grupo. 
-"¿Qué hacemos?", nos preguntamos.
Nos cruzamos miradas para ver quien era el que esperaba pero ninguno se ofreció. 
-"Espero yo",dije
-"No,yo",dijo Oscar
-"No,no,déjenme a mi, yo espero...",sentenció salomónicamente Aldo.
La mujer seguía seria,esperando que nos pongamos de acuerdo mientras miraba su reloj.
Hablamos un momento y aceptamos la oferta de nuestro amigo.
-"Listo señora,espera él",y  lo señalamos con el dedo.
-"Ok,primero pagan y después entran y eligen a la chica que quieran. Son diez pesos por 20 minutos",dijo anotando nuevamente algo en su cuadernito.
Juntamos el dinero y se lo entregamos.  Después se puso de pie y nos abrió la puerta. 
-"Tu buena acción va a ser recompensada,hijo",le dijo Marcelo cargándolo,mientras le ponía una mano en el hombro.
Entramos en fila india mientras mientras Aldo se quedó esperando e el pasillo.
-"Como lo cagamos",dijo Marcelo y todos reímos. Sabíamos de la importancia de estar en grupo en una situación así y Aldo iba a tener que entrar solo.
Adentro había un living semi oscuro con dos sillones y un pool en el centro. Estaba apenas iluminado por algunas luces de colores y al fondo había una escalera de madera que llevaba a un primer piso donde se veían dos puertas. Al lado de la escalera había otra puerta.  Esta se encontraba abierta y su interior estaba  iluminado. Algunas voces salían de ella.
-"¡Chicaaaas,clientes!",gritó la mujer.
-"Vamos a conocer la cara de Dios",me dijo Marcelo al oído,emocionado.
De la puerta iluminada comenzaron a salir las chicas. La primera era igual a Karadajián. Tenía más de 50 años y era alta,de pelo blanco y largo y con una espalda enorme. Estaba en corpiño y bombacha y en la mano traía un pedazo de pan que masticaba con ganas. 
-"Esa es tuya",le señalé a Enrique.
-"Tomátelas",me contestó riendo.
Detrás de la luchadora caminaba una mujer algo más joven,flaca y alta . Pero muy flaca. Tenía un vestido bobo y unas calzas que se pegaban a sus piernitas de tero. Sonreía como si estuviera modelando.
La tercera era una petisa de pelo muy corto con una cabeza desproporcionada para su cuerpo. Estaba directamente con los pechos al aire y tenía una bombacha tan ajustada que daba la impresión que el elástico iba a penetrar en su abdomen partiéndola en dos.
-"¡Mirá,está en tetas!",me dijo Oscar excitado,codeándome en el brazo. No podíamos dejar dejar de mirarle los pechos a la petisa. Eran grandes y algo caídos,pero al fin y al cabo  eran tetas de verdad y no siempre veíamos algo así en vivo. También parecía tener unos cuarenta años.
-"Che,falta la Franchescini y cartón lleno",le dije a Jorge que también parecía decepcionado por la ausencia de chicas jóvenes.
Las últimas dos estaban vestidas,como si recién hubieran llegado. Usaban pantalones ajustados y musculosas que dejaban en evidencia escotes y caderas prominentes. Salvo la primera mujer que parecía la más grande de edad,las otras no bajaban de cuarenta.
-"Hola chicos,¿Cómo andan?",nos dijo la hermana de Karadajián sonriendo  mientras tragaba el último pedazo de pan.
"Bien",contestamos al unísono con desgano.
Todas se acercaron y nos saludaron uno por uno con un beso. Estaban muy pintarrajeadas y sus perfumes tenían aromas fuertes. Cuando me saludó la flaca del vestido bobo vi que le faltaba el diente de adelante,pero a ella eso parecía no importarle y sonreía feliz.
-"Bueno,acá estamos",dijo la cabezona en tetas mientras se ponían una al lado de la otra haciéndose las sexys. Daban ganas de bajarlas a escopetazos a las hijas de sus buenas madres. 
-"Parece la defensa de Chacarita",dijo apenas audible Jorge. Nos esforzamos por contener la risa. 
Cómo ya estábamos ahí y la plata no la iban a devolver no nos quedaba otra que elegir a una y que sea lo que Dios quiera. 
Enrique fue el primer valiente. Eligió a la petisa en topless. Ella -Graciela era su gracia- le tomó la mano y se lo llevó a uno de los cuartos de arriba. Viéndola de atrás me arrepentí de no haberla elegido yo. 
Como no quería que me toqué la flaca huesuda ni la de luchadora jubilada me apuré en seleccionar a una de las"vestidas". Una era una rubia oxigenada-"Cassandra su nombre de guerra-y tenía dos globos que sobresalían de su escote. La de pelo negro-"Marta"-tenía unos labios gruesos y muy rojos. Me hacía recordar a Miscuamacus,el demonio cherokee de la película que salía de la espalda de una mujer. "Zafan",me auto convencí.
Mientras dudaba entre la mulatona o la Tettamanti Marcelo,Oscar y Jorge, como si se hubieran puesto de acuerdo,eligieron a la morocha de labios grandes,la oxigenada y la huesuda,en ese orden. Por un segundo pensé en arrebatarle la mina a alguno,pero iba a quedar mal.
¡Me quería matar! Cerré los ojos e insulté por lo bajo.
-"Me llamo Yolanda,pero podés llamarme Yoli...Vení cachorro,vas a ver lo que es bueno",me dijo en tono sey. Era altísima. Yo apenas le llegaba al hombro. Cuando subíamos la escalera le relojeé el trasero como para incentivarme. ¡¿Para qué hice eso?! Estrías y celulitis se movían al ritmo de sus pasos. Iba a tener que cerrar los ojos y mentalizarme en algo más lindo. Si,eso iba a hacer. Mientras subíamos los escalones me miró de reojo y con una sonrisa me guiño un ojo. Tenía miedo.
Cuando entramos a la habitación me asombre de lo amplia que era. Había olor a encierro. El cuarto tenía  varias divisiones. Unos biombos vidriados largos de tres hojas, de esos que no dejan ver hacia el otro lado,me separaban de las otras camas. A lo ancho del cuarto cruzaba a unos dos metros de altura una barra metálica de la que colgaban las cortinas que hacían las veces de precarias puertas corredizas. Básicamente estábamos en la misma habitación Jorge,Marcelo  y yo,cada uno con sus respectiva mujer pero separados por esos biombos vidriados.  Y en el cuarto  de al lado estaban Oscar y Enrique.
Era muy bizarro aquello. Podía escuchar todo lo que decían.
-"Bebote,ponete así",le decían a Jorge. "¿Mmm,todo eso es tuyo",le exageraron a Marcelo.
Con desagrado me pareció ver por la hendija el trasero flaco de Jorge. Pero era aún peor,por la tira del corpiño me di cuenta que en realidad era la huesuda. 
Se escuchaba el rechinar de las camas por el peso de los cuerpos de aquellos especímenes.
Prestando atención a todo aquello,no advertí que enfrente mío la Yoli se había desnudado completamente. Agradecí que aquel foco rojo alumbrara lo justo y necesario.
Se me escapó un"Maaamita". Era un llamado inconsciente a mi querida madre pero la Yoli lo tomó como un cumplido.
-"¿Te gusta lo que ves,no papurri? ¡Soy y tuya!". 
De repente su cuerpo amorfo y sudoroso se precipito sobre mi. Rogué que  fuera para darme su famoso"cortito" y que con el golpe seco me deje dormido, pero no tuve esa suerte. Me abrazó y yo cerré los ojos tratando de pensar en alguna imagen de esas que guardo en mi memoria y que tanto me ayudan en mis momentos de soledad. Pero era difícil abstraerse e irse de allí tan fácilmente. Entreabrí un ojo y vi que acercaba su boca semi abierta hacia la mía. Me iba a comer como a aquel trozo de pan y yo no podía hacer nada. No me quedó otra que dejarme llevar. Mientras más rápido terminara,mejor.
A los 5 minutos estábamos todos abajo,arreglando nuestras ropas y esperando para salir de ahí lo antes posible. Nos mirábamos entre asustados y relajados. Nadie dijo nada,solo queríamos irnos.
Cuando salimos al pasillo,Aldo nos recibió con una amplia sonrisa que ninguno contestó.
-"¡¿Yyyyy?! ¿Estuvo bueno?",inquirió exultante.
Respondimos con un"si"poco convincente. Nadie iba a decirle nada de las Critters que lo esperaban dentro del antro.  Eramos un grupo y el tenía que pasar por el mismo martirio.
Sonó el timbre. La Madama se levantó y camino hasta la puerta de entrada para abrir."Por favor,que no sea nadie conocido",implore.
Pero no eran clientes,sino dos chicas más. Para ser exactos,dos hermosísimas chicas más. Jóvenes y  radiantes,con todos sus dientes y carnes firmes. Miramos incrédulos como Aldo entraba feliz detrás de ellas.
-"Tendríamos que haber venido media hora más tarde",dijo Oscar.
-"O treinta años más temprano",le respondí yo con amargura.
La mujer sonrió mientras seguía anotando cosas en su cuadernito. 
                                                                  FIN






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