martes, 21 de enero de 2014

Castillos de Naipes

Me tomé el último sorbo de la taza de café y me recosté  sobre el respaldo de la silla.Enfrente mio, él.
Me miraba fijo,como queriendo leer en mis pequeños movimientos lo que iba a decir. Yo me mantenía callado. Imperturbable. Saqué de mi bolsillo derecho el celular y observe la hora en la pequeña pantalla del móvil. Hacía casi dos horas que estabamos allí. Luego de varios minutos de silencio incómodo,le sugerí
-¿Porqué no vamos a hablar a otro lado? La gente nos está mirando",le dije en voz baja
El miró a nuestro alrededor y corroboró que efectivamente era así. Las personas en las mesas cercanas desviaban la vista y retomaban las charlas que habían dejado pendientes para escuchar nuestra discusión.
Llamó al mozo con una seña y pagamos la cuenta. Salimos,esquivando los rostros de los comensales del bar que nos miraban de reojo.
Desde el momento en que me vio salir de su casa la tarde de aquel fatídico jueves lo había perdido como amigo. Ahora me veía como la persona que le había arruinado la vida,el cobarde que aprovechaba su ausencia para estar con su mujer.
Ya en la calle, lo observé con el rabillo del ojo caminar a mi lado,con la vista perdida en el suelo tratando de reprimir las ganas de insultarme,pegarme o hasta quizás de matarme. Por suerte para mi, él siempre fue un tipo tranquilo. 
Mis sentimientos se mezclaban. Tristeza,culpa,ira y desazón se arremolinaban dentro mío. Necesitaba que me entendiera. Necesitaba su perdón.
Los dos habíamos faltado al trabajo.
Me había llamado tarde,diciéndome que tenía que hablar urgente conmigo. Imaginé cual era el tema de la reunión. Me preparé para afrontarlo no sin cierto temor,no voy a negarlo.
Las dos horas de agitada discusión sólo sirvieron para caldear más la situación. De nada sirvió excusarme en que no lo hicimos a propósito,en que se dio casi por casualidad. Eramos culpables los dos de algo que no supimos manejar y que destruyó una pareja y una amistad de toda una vida. Cuando supe que se había enterado de mi relación con Ana mi mundo se había derrumbado como lo hace un castillo de naipes mal hecho. Sentí que mi vida había terminado. "Me va a matar",pensé en un primer momento. Pero fue peor que eso. Seguía vivo pero había perdido al hermano que la vida me dio. 
Nos quedamos parados en una esquina despoblada y poco transitada.
Dentro mio agradecí que siempre haya sido un tipo tranquilo. A veces exasperantemente tranquilo. Ignaciot siempre fue así,aún en las situaciones más extremas. Esa forma de encarar las vida evitó que la ira que hervía en sus venas estallara en un acto de locura salvaje sobre mi. 
-"Sos un hijo de puta". 
Sus ojos vidriosos me miraron fijo y no pude hacerles frente. Agache la cabeza,tomándomela con las dos manos para luego mirar al cielo, esperando que un rayo divino cayera sobre mi y me librara de ese suplicio.
De mis labios salío un apagado y casi inaudible-"perdoname Ignacio". No sabía que más decirle. Se me nubló la vista. Pese a que intenté en vano cerrar mis ojos para ocultarlas se deslizaron dos lágrimas de mis mejillas. Miré hacia el costado para ocultarlas pero mis torpes manos me dejaron en evidencia. 
Lo miré a la cara para decirle algo pero mi garganta estaba cerrada. Abrí la boca pero nada salió de ella.
Sus ojos rojos y húmedos seguían mirándome con rabia e impotencia. 
De repente comenzó a caminar en dirección a su casa. Lo seguí sin saber bien porqué lo hacía. Aunque iba varios pasos atrás podía escuchar su llanto,apenas perceptible pero imposible de disimular.  Caminaba como un zombie,arrastrando sus pies y mirando al suelo sin levantar la vista ni siquiera para cruzar la calle. Habíamos destruido a una persona. Aceleré un poco y me puse a la par.
-"Ignacio",le dije. Pero siguió como si yo no existiera.
-"Esperá Ignacio,no podés llegar así a tu casa". 
Se paró y me dijo con rabia:
-"¡¿Qué te pensás,que le voy a pegar o algo así?! ¿no me conocés acaso,forro?" respiraba a grandes bocanadas,como si recién parara de correr una maratón. Tenía razón. Yo era consciente que no iba a hacerle nada pero quería evitar lo que era inevitable. Perdería a mi amigo y a la persona que más amaba el mismo día.  Pensé esto y sentí una puntada en el pecho.
Respiró profundamente y algo más calmado, volvió a hablar
-"Ella no sabe que los vi. Voy a decirle que sé lo de ustedes y que quiero que se vaya.  Después hagan lo que se les dé la gana",dijo con furia reprimida y  siguió caminando,esta vez más rápido.
Lo volví a seguir.
Llegamos a la puerta de su casa y abrío la reja. Entró con pasmosa naturalidad,como si llegara de trabajar un día cualquiera. "Si me pasa a mi entraría rompiendo todo",pensé. Pero él era diferente.
Lo vi caminar el corto trayecto hacia la puerta de la casa sin saber que hacer. ¿Me quedaba allí esperando a que Ana saliera?,¿Me iba con ella o me quedaba con él? Otra vez la dolorosa puntada en el pecho. 
Esperé ansioso en la vereda bajo la sombra de un árbol.
De pronto se escucharon gritos. Me asusté. 
Se abrió violentamente la puerta. No daba crédito a lo que veía. Un hombre descalzo salió corriendo con la camisa y el pantalón desabrochados. Abrió el portón con fuerza y se subió a un auto que estaba estacionado a unos 30 metros de la casa,escapándose a toda velocidad.
Con la puerta abierta de par en par,Ignacio asomó su cuerpo. Se tapaba la cara con las manos en señal inequivoca de estar llorando desconsoladamente mientras dentro de la casa se escuchaba a Ana llorando a los gritos. 
Aturdido y con una terrible opresión en el pecho me dejé caer pesadamente sobre la base del árbol,apoyando mi espalda sobre él y sintiéndo nuevamente al castillo de naipes derrumbarse sobre mi.
                                                       FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario